“Los espíritus inmundos gritaban: Tú eres el Hijo de Dios
y él se los prohibía”
(Mc 3, 7 - 12)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Jesús debido a las dificultades con los fariseos, se retiró con sus discípulos a orillas del mar y dice el texto que lo siguió una gran muchedumbre. Notemos que Jesús es rechazado por los sacerdotes, los poderosos, pero lo sigue una gran muchedumbre, que sufrían de algo y se le echaban encima para tocarlo y quedar salvados. Aquellos que logran tocarlo, realmente quedan salvados y curados. Son todos gente humilde, sencilla, pobre, que de alguna manera están cerca de Él y lo pueden tocar; toda esta gente constituye el desecho de la humanidad, son los excluidos de la sociedad, los marginados, los que no contaban nada, ellos están muy cerca del Cristo, que más tarde será desechado por el pueblo, humillado y tratado como un gusano, y es con estos desechos con los que se construye el edificio de la Iglesia, de la cual nosotros hacemos parte, Jesús es la piedra angular, que fue desechada por los arquitectos. En cambio, a los espíritus inmundos que gritan: “Tu eres el Hijo de Dios”, se les manda callar, porque para Dios solo cuentan quienes cumplen la voluntad del Padre.
Reflexionemos: Jesús se retira al mar, pero lo sigue una gran muchedumbre, porque han reconocido en Él al Hijo de Dios, al Mesías, al salvador, al que todo lo es y todo lo puede.
Oremos: Señor Jesús, yo estoy dentro de esta gran muchedumbre que te sigue, te amo, creo en ti, creo que tú me amas como soy, me sanas, me salvas y me envías a llevar la Buena Nueva a los demás. Amén.
Actuemos: Hoy Señor sacaré tiempo para estar a solas contigo, para dialogar, para dejarme sanar y salvar por ti.
Recordemos: Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.
Profundicemos: Jesús se dirige a la muchedumbre y es esta la que lo rodea, Jesús es del pueblo y para el pueblo, así, Él renueva este pueblo de Dios, que lo toca para que les transmita el poder salvífico de Dios.
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