“El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”

(Mc 2, 23 – 28)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El contexto del evangelio de hoy está en medio del conflicto entre Jesús y los fariseos, el cual es complejo. Recordemos que en el calendario judío el sábado era el séptimo día de la semana, un día sagrado. Esta era una señal de autenticidad del judaísmo, por lo tanto, se prohibía todo trabajo para santificar el día. Uniendo este texto al evangelio de ayer sobre el ayuno, los discípulos no ayunan por que Jesús está con ellos, ellos creen que Jesús es la plenitud de la alegría mesiánica. Jesús es la promesa cumplida, es el Hijo el Hombre, es también Señor del Sábado, y este es punto álgido de la discusión con los fariseos. Y Jesús actúa en sábado con una intención precisa: “como manifestación de la venida del Reino, de la presencia de Dios en medio de su pueblo: Mi Padre trabaja hasta ahora y yo también trabajo” (Jn 5,17). San Agustín, decía que nosotros mismos seremos el séptimo día, para expresar que somos hijos de la nueva Alianza, de la nueva creación. Hijos no de la esclavitud sino de la libertad por la fe y el amor.

Reflexionemos: Jesús mismo nos enseña en el evangelio de hoy con claridad: “el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”, no podemos ser esclavos de la ley, la única ley debe ser la del amor.

Oremos: Señor Jesús, creo que tú eres el Hijo de Dios. Creo que tú eres el dueño y señor del sábado y creo que me liberas, para no ser esclavo del tiempo, ni de la Ley. Amén.

Actuemos: Hoy tomaré un espacio de tiempo para preguntarme cual es mi posición frente a todo lo que me pueda esclavizar y quitar la paz, la libertad, la serenidad. 

Recordemos: El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado.

Profundicemos: En el evangelio de hoy nos anuncia el misterio y la grandeza de Cristo, su señorío sobre la ley, sobre el sábado y sobre todo lo creado.

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