Cuando el padre Alberione, atento a los signos de los tiempos y a la evolución histórica del siglo XX, vislumbra el nuevo rol que la mujer deberá desempeñar en la sociedad, intuye que también la mujer consagrada a Dios, deberá dar su aporte a la evangelización en el amplio campo de la comunicación, donde le compete un verdadero ministerio.