16 de enero

Liturgia diaria

En nuestro caminar diario, encontramos en la Palabra de Dios una fuente inagotable de sabiduría, consuelo y guía. La Liturgia del Día nos conecta con la Iglesia universal, permitiéndonos reflexionar y meditar sobre las Escrituras junto a millones de fieles en todo el mundo. Cada lectura es una oportunidad para escuchar la voz de Dios, que nos llama a vivir en su amor y seguir sus enseñanzas.

Escucha La Palabra de Dios para cada día

 

Primera Lectura

Lectura de la Carta a los Hebreos 3, 7-14

Hermanos: Dice el Espíritu Santo: “Si escuchan hoy su voz, no endurezcan sus corazones como cuando la rebelión, en el día de la prueba en el desierto, cuando me pusieron a prueba sus padres, y me provocaron, a pesar de haber visto mis obras cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación y dije: Siempre tienen el corazón extraviado; no reconocieron mis caminos, por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso”. ¡Atención, hermanos! Que ninguno de ustedes tenga un corazón malo e incrédulo, que lo lleve a desertar del Dios vivo. Anímense, por el contrario, los unos a los otros, cada día, mientras dure este “hoy”, para que ninguno de ustedes se endurezca, engañado por el pecado. En efecto, somos partícipes de Cristo si conservamos firme hasta el final la actitud del principio.

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

Salmo responsorial 94, 6-11

R. Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: “No endurezcan su corazón”

Entren, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía / R.
Ojalá escuchen hoy su voz: “No endurezcan el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando sus padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras” / R.
Durante cuarenta años aquella generación me asqueó y dije: “Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso” / R.

Aclamación antes del Evangelio (Cf. Mt 4, 23)

Jesús proclamaba el Evangelio del reino, y curaba toda dolencia en el pueblo.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 40-45

La lepra se le quitó, y quedó limpio

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: “Si quieres, puedes limpiarme”. Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero: queda limpio”. La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: “No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio”. Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a Él de todas partes.

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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