08 de diciembre

Caminando con Jesús

Caminar con Jesús permitió a los discípulos experimentar, de primera mano, la compasión y la gracia de Dios en acción. Caminar con Jesús hoy, no debería ser diferente. Su compasión y su gracia siguen disponibles para quien quiera experimentarlas.

 “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”

(Lc 1, 26-38)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El segundo domingo de Adviento este año coincide con la celebración de la solemnidad de la Inmaculada Concepción en los 170 años de promulgación del dogma. Junto a María viviremos este día del Señor en la alegría y el gozo del encuentro familiar y comunitario, en torno a muchas celebraciones que marcan el inicio o la continuidad del camino de crecimiento de nuestra vida cristiana. María y José son los principales protagonistas del Adviento, y hoy contemplando el anuncio del ángel San Gabriel a María, vemos la realización del misterio cristológico que celebramos en este tiempo, la encarnación del Hijo de Dios. En María se cumplen las promesas. María es una mujer joven, hija de su cultura y su pueblo a quien el misterio del anuncio la asombra, por la gracia que le fue comunicada a través del ángel San Gabriel: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”, acoge el don del anuncio que a la vez es motivo de turbación y temor: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios”. 

La misión de ser la madre de Jesús no estaba en sus expectativas de mujer joven, de pueblo y ambiente judío, pero le era familiar la promesa: “reinar sobre la casa de Jacob y tener parte en el trono de David, su padre, por la descendencia de generación dada en José”. La turbación y el miedo son dinamismos propios de la condición humana que pueden llegar a ser obstáculo de la persona en la realización de sus planes, sin embargo, en María son condiciones que la abren al misterio de la acción del Espíritu Santo en su vida. La acción de esta gracia cobijará su vida como lo ha hecho con Isabel, su prima, quien tendrá a su hijo Juan en plena adultez porque cuando Dios realiza sus planes y cumple sus promesas sencillamente actúa en las personas, sin pensar en su edad o su condición, porque el tiempo no es el de persona sino el de Dios para cumplir sus promesas.

 

Preguntémonos: En la cotidianidad de la vida ¿cómo acogemos el misterio de lo inesperado, manifestado como voluntad de Dios?

 

Oremos: María, como tú, también en mi vida hay palabras que turban mi corazón y realidades de mi existencia que causan temor. Que junto a ti María, no tema decir sí con prontitud y disponibilidad a los planes que Dios presenta en mi vida. Amén.

 

Actuemos: Alégrate es el saludo gozoso del ángel a María. Que este saludo, “alégrate”, también sea nuestro saludo a quien camina con nosotros a nuestro lado, a quien busca una palabra de esperanza, a quien ha perdido las ganas de vivir.

 

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