El Papa Benedicto XVI nos dice: “La imagen de la semilla es particularmente querida por Jesús, ya que expresa bien el misterio del reino de Dios. En las dos parábolas de hoy ese misterio representa un ‘crecimiento’ y un ‘contraste’: el crecimiento que se realiza gracias al dinamismo presente en la semilla misma y el contraste que existe entre la pequeñez de la semilla y la grandeza de lo que produce. El mensaje es claro: el reino de Dios, aunque requiere nuestra colaboración, es ante todo don del Señor, gracia que precede al hombre y a sus obras. Nuestra pequeña fuerza, aparentemente impotente ante los problemas del mundo, si se suma a la de Dios no teme obstáculos, porque la victoria del Señor es segura. Es el milagro del amor de Dios, que hace germinar y crecer todas las semillas de bien diseminadas en la tierra. Y la experiencia de este milagro de amor nos hace ser optimistas, a pesar de las dificultades, los sufrimientos y el mal con que nos encontramos. La semilla brota y crece, porque la hace crecer el amor de Dios. Que la Virgen María, que acogió como ‘tierra buena’ la semilla de la Palabra divina, fortalezca en nosotros esta fe y esta esperanza.
“El reino de Dios se parece a un hombre que siembra la semilla en tierra, él duerme de noche y la semilla germina y crece sin que él sepa cómo. Porque es Dios quien la hace germinar y crecer, solo Dios”.
Maestro bueno, dame la paciencia necesaria para saber esperar que la semilla de tu Palabra, germine y de fruto abundante en mí y en quienes me rodean. Amén.
En este día haré depositaré una pequeña semilla de algún grano en un pequeño recipiente y la cuidaré con agua, para percibir su proceso de germinación y crecimiento.
“Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado”.
Señor, tú eres el sembrador, que siembras en mi corazón la semilla del bien, de la bondad, del amor, y esperas con paciencia a que esta germine, crezca y dé fruto abundante.