“Jerusalén será pisoteada por gentiles,
hasta que alcancen su plenitud los tiempos”
(Lc 21, 20-28)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
“Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levántense, alcen la cabeza; se acerca su liberación”. Se anuncia la ruina de Jerusalén. A pesar del lenguaje apocalíptico y catastrófico, la venida del Hijo del hombre es un gran acontecimiento de liberación, por esto, la actitud adecuada de todo cristiano, ante el final de los tiempos, de ninguna manera debe ser el temor sino el amor.
Hagamos nuestras las palabras de Jesús a sus discípulos: “Levántense, alcen la cabeza”. Es decir, también nosotros aprendamos a levantarnos y alzar nuestra cabeza, superando el encorvamiento de la depresión, del pesimismo, de la falta de fe; mirar nuestra vida y nuestras situaciones cotidianas desde nuestros cálculos y miopías. Levantemos la cabeza con la confianza plena en Dios.
Si bien es cierto, que la vida terrera de Jesús estuvo marcada por el sufrimiento, el rechazo y la persecución, no podemos olvidar su vida gloriosa junto al Padre.
Preguntémonos: ¿Eres capaz de tener la fe y valentía suficiente para sobreponerte a los momentos duros y difíciles que te aquejan?
Oremos: Enséñame, Señor, a levantarme y mantener erguida la cabeza ante las situaciones difíciles de la vida. A no perder mi esperanza, ni mi fe ante el temor, sino por el contrario, reafirmar mucho más mi confianza y mi amor por ti. Amén.
Reflexionemos: “Levántense, alcen la cabeza”. En nuestra vida cristiana, debemos ser perseverantes y pedir a Dios la capacidad de cultivar a diario nuestra esperanza.
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