“Satanás está perdido”

(Mc 3, 22 – 30)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

En el evangelio de hoy es un poco complejo. El Papa san Juan Pablo II lo comentaba así: “Jesús advierte con rigor a sus oyentes sobre el pecado que él mismo llama ‘la blasfemia contra el Espíritu Santo’ y afirma que la ofensa hecha al Espíritu es grave, porque, ‘Blasfemar contra el Espíritu Santo’ quiere decir ponerse de la parte del espíritu de las tinieblas.  Ahora bien la blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado cometido por el hombre, que reivindica un pretendido ‘derecho de perseverar en el mal’”, de forma que el hombre se cierra interiormente a la acción santificadora del Espíritu de Dios. He aquí porqué Jesús declara que ese pecado no puede ser perdonado jamás. El rechazo interior al Espíritu Santo es el rechazo radical a convertirse, el rechazo a la fuente misma de la vida y de la santidad. Entonces el hombre se excluye por sí solo y libremente del ámbito de la acción salvadora de Dios.

También podemos orar este evangelio diciendo: “Creemos Señor, que tú nos comunicas en este texto de hoy la fuerza de tu presencia, de la cual no debemos dudar jamás. Ahora satanás, el enemigo, está realmente vencido. Uno más fuerte que eres tú, ya está aquí con nosotros caminando a nuestro lado, venciendo el mal y por eso, ya no debemos temer a quienes nos critican y nos reprochan por seguirte, por tener valores, por ser comprometidos con tu Iglesia, con la causa de los pobres, con tu reino”.

Reflexionemos: Blasfemar contra el Espíritu Santo, es rechazar la acción de Dios en mi vida, es no querer cambiar, no querer convertirme, es optar conscientemente por el mal, y cerrar las puertas al amor de Dios.

Oremos: Haz Señor, que descubra en tu vida y en tus respuestas, el único camino que debo seguir. No permitas que me aparte de tus caminos, para ir por otros que no sean los tuyos. Amén.

Actuemos: Hoy voy a tomar un tiempo físico para leer o investigar sobre aquello que significa blasfemar contra el Espíritu Santo, para tener claridad y poder ayudar a otros.

Recordemos: Un reino dividido internamente no puede subsistir.

Profundicemos: El pecado que jamás se perdonará será el de la blasfemia contra el Espíritu Santo, porque este implica optar libremente por el mal, por no aceptar la salvación de Dios.

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