“Llamó a los que quiso para que estuvieran con Él”
(Mc 3, 13 – 19)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Para crear el nuevo pueblo de Dios, Jesús sube al monte, es preludio de la subida a Jerusalén, donde morirá. Jesús llamó a los escucharon su voz y se acercaron a Él. Es la creación de la Iglesia, constituida por la escucha de su voz y del acercamiento al monte es decir a la gloria de su cruz, que es la cruz que llevamos cada uno de nosotros. Hay dos características que constituyen a los Doce que Jesús llamó. La primera, es “estar con Él en el monte”, recibir su mismo bautismo, beber su mismo cáliz. Esto implica conocer a Jesús de cerca, pasar horas y horas de rodillas al pie del sagrario o de la cruz en oración y realizar sus mismas opciones. La segunda, es “la misión de predicar”, de ir de anunciar, de tener autoridad para expulsar el mal. Ambas características nos llevan a testimoniar el evangelio, a ser testigos de él. El gran error es que creamos que podemos ser enviados a predicar y a expulsar demonios sin tener los ojos fijos sobre el madero de la cruz. El saber estar con Él en el monte, en la cruz, nos dará la fuerza de su espíritu para el anuncio.
Reflexionemos: Jesús reúne en torno a Él una comunidad, para que este con Él y para enviarla a hacer el bien, este es el programa de la Iglesia, encontrar en Jesús la propia identidad y darla a conocer.
Oremos: Señor Jesús, gracias porque, así como llamaste a los apóstoles, también me llamas para estar contigo, darte a conocer y amar a los demás. Amén.
Actuemos: Señor en este día, sacaré un espacio de tiempo para compartir con alguien que esté solo y que lo necesite, para llevarle tu alegría y tu paz.
Recordemos: Jesús subió al monte y llamo a los que quiso, e instituyó Doce para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar.
Profundicemos: Jesús llamó a los que quiso para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar. De estar con Él en oración brota nuestra fe y nuestra misión, nuestro servicio a los más pobres.
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