“Mi alma alaba al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador” (Lc 1, 46)

El encuentro de María con su prima Isabel la lleva a reconocer el gran amor y la misericordia que Dios siente por ella y por su pueblo; y expresar su acción de gracias a través del magníficat. Canto que exalta el poder salvador de Dios a favor de los oprimidos, los humildes y los pequeños: “Derribó de los tronos a los poderosos y exaltó a los humildes. A los hambrientos sació de bienes y a los ricos despidió vacíos”. El Magníficat exalta además la fidelidad de Dios y el cumplimiento de sus promesas: “Ayudó a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia, como habló a nuestros padres, a Abrahán y a su descendencia, para siempre”. Aprovechemos esta jornada para contemplar nuestra vida y la de nuestro pueblo; y proclamar junto a María, nuestra acción de gracias a Dios, por cada una de las bendiciones que ha obrado en nosotros, especialmente en este último año marcado por los retos y los desafíos del coronavirus.

Reflexionemos:

¿Damos gracias a Dios por cada una de las acciones que realiza a favor nuestro?, ¿qué enseñanzas podemos llevar a nuestra vida del canto del magníficat?

Oremos:

Gracias, Señor, por acompañar de cerca nuestra vida y nuestra historia, revelarnos el amor misericordioso del Padre, su fidelidad y predilección por los pobres y sencillos de cada tiempo y lugar. Amén.

Recordemos:

El canto del magníficat nos lleva a reconocer la acción de Dios en nuestra vida y en la historia de nuestros pueblos.

Actuemos:

Expresemos a Dios en este día nuestra acción de gracias por todo aquello que obra a diario en nosotros.

Profundicemos:

En el canto del magníficat María nos enseña a ser personas agradecidas con Dios y a reconocer todo lo bueno que él obra en nuestra existencia. Orar con el magníficat es comprometernos a hacer de nuestra vida un canto continuo de gratitud y alabanza (Libro: Devocionario mariano).