22 de agosto

Caminando con Jesús

Caminar con Jesús permitió a los discípulos experimentar, de primera mano, la compasión y la gracia de Dios en acción. Caminar con Jesús hoy, no debería ser diferente. Su compasión y su gracia siguen disponibles para quien quiera experimentarlas.

“Todo el que por mí deja …recibirá cien veces más”

(Mt 19,23-30)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El evangelio de hoy nos presenta la continuidad del relato de ayer, después que el joven rico se fue triste. Jesús aprovecha el momento para dar unas instrucciones a sus discípulos.


Primero les habla de los obstáculos que ponemos para asumir los verdaderos valores que nos pueden llevar al Reino de los cielos. Jesús nos advierte que la riqueza como absoluta de la vida puede ser un obstáculo para entrar en la vida eterna, pero, no solo está pensando en el dinero y los bienes; sino también en las falsas seguridades a las cuales nos aferramos como el tener, el placer, el poder, y es allí donde muchas veces ponemos toda nuestra confianza. Frente a estas falsas seguridades, Jesús hace una dura advertencia: “En verdad les digo que difícilmente entrará un rico en el Reino de los Cielos…”. Jesús reconoce las renuncias que sus discípulos han hecho al momento de tomar la decisión de seguirlo. Nada será en vano, pues la recompensa será grande. Esto para decirle a sus discípulos y también a nosotros hoy, que todo en nuestra vida debe conducirnos al Reino, por ello nos invita a relativizar los bienes materiales, renunciar para ganar.

 

Preguntémonos: ¿Qué renuncia me está pidiendo el Señor? ¿Soy capaz de renunciar a mis riquezas y emprender un total segumiento a Cristo?

 

Reflexionemos: Contemplo las Palabras tan consoladoras y esperanzadoras de Jesús y sus promesas: “recibirá cien veces más”.

 

Oremos: Señor Jesús, enséñanos a tener un corazón lleno de misericordia como el tuyo, para que siguiendo tu ejemplo, seamos capaces de dejar atrás todo aquello que nos impide ser libres y darnos sin límite a los demás. Amén.

 

Actuemos: Hoy hago un acto de desprendimiento, para favorecer al más necesitado.

 

Recordemos: Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijo o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.

 

Profundicemos: ¿Estoy dispuesto(a) a dejar que la gratuidad del amor del Señor sea en mi vida fuente de entrega cotidiana en favor de quienes más necesiten de mi cercanía y apoyo?

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