“Era tentado por Satanás, y los ángeles lo servían”
(Mc 1, 12-15)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El Evangelio de hoy es muy cortito, pero muy rico de significado. Vale la pena detenernos un momento en la primera frase: “El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días”. ¡Esto es la Cuaresma: 40 días de desierto!
El texto nos dice “El Espíritu lo empujó al desierto”. Sabemos que el Espíritu es la fuerza interior de Jesús. Es el dinamismo y la gracia que viene del mismo Dios, para que Jesús discierna su vocación e inicie el camino de su éxodo. El desierto que vive Jesús representa a la sociedad judía, en la que él va a actuar.
“Tentado por Satanás”. La tentación acompaña a Jesús a lo largo de su vida, no solo en el desierto. Es el precio que ha de pagar por su condición humana, pues ha cargado con los pecados de todos los hombres.
“Estaba entre las fieras y los ángeles lo servían”. Las fieras, los seres más violentos de la tierra, evocan los peligros que amenazan a Jesús. Los ángeles, los seres más buenos de la creación, sugieren la cercanía de Dios que lo bendice, lo cuida y lo sostiene. Así vivirá Jesús: manteniéndose vigilante para descubrir a “Satanás” en las circunstancias más inesperadas de su vida y buscando en la oración de la noche la fuerza del Padre.
Hemos de vivir estos tiempos difíciles con los ojos fijos en Jesús. Es el Espíritu de Dios el que nos empuja al desierto. Después de esta experiencia, Jesús estará listo para ir al mundo a proclamar el Evangelio de Dios y llamar a la conversión.
Oremos: Señor, que al escuchar tu Palabra nos dejemos acompañar en el camino de una alegre purificación que nos lleva a la salvación y a la resurrección. Amén.
Actuemos: Levanta la mirada y contempla el cielo, te darás cuenta de que ningún poder es más fuerte que el de Jesús y el Espíritu. Confía en el poder transformador de la Palabra.
Recordemos: Fue tentado por Satanás. Y los ángeles lo servían.
Profundicemos: “El Espíritu lo empujó al desierto”.
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