“Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”
(Mt 6, 1-6. 16-18)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
La pedagogía de la Cuaresma nos prepara para el sacramento de la fe, por tanto, nos prepara a la vivencia en tiempo presente de aquello que en esta comprensión del Reino nos puede edificar para vivir a plenitud en la resurrección.
En el Evangelio de este día, Jesús aparece instruyendo y enseñando a la gente. En su horizonte está siempre el Reino del Padre; a través de sus palabras y de sus gestos, nos va ayudando a entrar en la sabiduría de este Reino, a mirar y entender la vida desde tres perspectivas, y les da un nuevo valor.
Jesús coloca tres acciones que implican la integralidad del ser: la oración, el ayuno y la limosna, cada una de ellas nos mueve a una configuración espiritual, a un testimonio concreto de entrega y servicio a los que están a nuestro lado.
Acoger el Reino significa acoger la amistad y la misericordia de Dios como experiencia fundante y salvadora de la propia vida; significa en consecuencia entrar en el proyecto de Dios, dejándonos transformar desde dentro por su Amor para vivir como hijos e hijas suyas. Toda la vida se convierte entonces en respuesta personal a este amor de Dios y en esta clave hay que entender la limosna, la oración y el ayuno, que solo tienen sentido en cuanto reflejan el deseo de vivir la compasión y la justicia con los hermanos, la relación de confianza con el Padre y la sobriedad de un estilo de vida que nos ayude a ser más libres.
El Señor nos invita a “cerrar la puerta”, a “entrar en lo secreto”, a “no dejar que la mano izquierda sepa lo que hace la derecha”, a “perfumarnos la cabeza” cuando vayamos a ayunar; en definitiva, a saber permanecer en el escenario de la vida sin otra pretensión que interpretar, con el instrumento que Dios ha puesto en nuestras manos. Ojalá podamos descubrir, en lo que hacemos cada día, que la “recompensa” no está en el aplauso recibido, sino en la alegría de una amistad que en “lo secreto” va construyendo con nosotros una relación y un proyecto que nos llena y orienta toda nuestra vida.
Oremos: Señor Jesús, me has enseñado el camino que me conduce hacia ti, el cual atraviesa por la vida del prójimo que camina junto a mí. Te pido me des la gracia para realizar acciones concretas, generosas y desinteresadas en bien de mis hermanos, buscando el bien común y tu gloria. Amén.
Actuemos: Asumiré el llamado a la santidad que el Señor me hace cada mañana al despertar, a través de la vida sacramental y el servicio sobre todo a quienes más me cuesta.
Recordemos: ¿Cómo puedo vivir en AMOR con los demás siguiendo los tres elementos que aparecen en el evangelio?
Profundicemos: “Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. El Señor nos invita a “cerrar la puerta”, a “entrar en lo secreto”, a “no dejar que la mano izquierda sepa lo que hace la derecha”, a “perfumarnos la cabeza” cuando vayamos a ayunar.
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