13 de diciembre

Caminando con Jesús

Caminar con Jesús permitió a los discípulos experimentar, de primera mano, la compasión y la gracia de Dios en acción. Caminar con Jesús hoy, no debería ser diferente. Su compasión y su gracia siguen disponibles para quien quiera experimentarlas.

“Vengan a mí todos los que están cansados”

(Mt 11, 28-30)

Hoy con Santa Lucía es preciso implorar diciendo: que la luz de mis ojos vean y contemplen tu gracia, porque es el misterio que acontece en la venida de Jesús, quien viene para cargar nuestro yugo sobre sí, para liberarnos, para aligerar la fatiga. La imagen del yugo colocada en la persona de Jesús la podemos leer desde dos connotaciones, una es liberarnos de la esclavitud, porque precisamente el profeta Jeremías había advertido a su pueblo que la esclavitud que vivirían en Babilonia era su yugo, es decir, su peso. Sin embargo, en el mundo agrario del tiempo de Jesús, el yugo aliviana el peso del agricultor porque colocado a una yunta de bueyes hace más rápido y ágil el trabajo agrario, alivianando la fatiga del azadón y las inclemencias del sol.

Jesús viene para liberar del yugo de las propias esclavitudes porque en el ritmo del tiempo colocamos a nuestra vida pesos que no son necesarios, el nacimiento de Jesús acogido como novedad de Dios en nuestra vida aliviana, hace más ligera la carga, la desinstala. Jesús viene para colocarse el yugo que aliviana nuestra fatiga, su mensaje, su novedad de vida, confrontado con nuestras razones que buscan su propia realización, serán ligeras y ágiles si son acogidas desde su perspectiva: Belén.

 

Reflexionemos: Percibo qué yugos cargo en mi vida y pesan en mi existencia, discierno si estos precisamente me esclavizan o si colocados sobre el yugo de Jesús me hacen ver de forma diferente otros horizontes, no precisamente porque desaparecen, pero sí porque cambian de óptica y alivianan lo que parece un peso absurdo.   

 

Oremos: Padre bueno y Dios de la vida, concédeme la gracia de soltar yugos que me atan al pasado, me esclavizan o hacen pesada mi vida, mi existencia y concédeme la gracia de contemplar tu venida como una experiencia de un nuevo nacimiento. 

 

Actuemos: Dejar que Jesús cargue mi yugo no es un camino que se recorre de forma mágica, es preciso el encuentro con su gracia, con su misericordia. Busco reconciliarme conmigo mismo, con los demás, con Dios a través del perdón y favorezco el sacramento de la confesión.

 

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