11 de agosto

Caminando con Jesús

Caminar con Jesús permitió a los discípulos experimentar, de primera mano, la compasión y la gracia de Dios en acción. Caminar con Jesús hoy, no debería ser diferente. Su compasión y su gracia siguen disponibles para quien quiera experimentarlas.

« ¿Qué podrá dar un hombre para recobrar su alma?

(Mt 16, 24-28)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

La invitación que Jesús nos hace en el evangelio de Mateo nos anima a seguirlo y a caminar sobre sus huellas. Tres son los llamados que podemos dejar resonar en la mente, el corazón y la voluntad: “Negarse a sí mismo; tomar la cruz y dar la vida por el Reino”.

Negarse a sí mismo consiste en pasar a un segundo plano y abrazar con alegría y decisión el proyecto de salvación que Jesús tanto anuncia.

Y cuando Jesús habla de cruz no se está refiriendo a castigos, culpas, enfermedades, tormentos; sino que llama a aceptar la condición humana que tenemos. En ella podemos encontrar el sufrimiento, los miedos, angustia, incertidumbres y todo aquello que pone carga a la existencia. La cruz es la condición existencial del ser humano, que solo puede ser aceptada por amor.

Dar la vida por el Reino es un llamado concreto a la entrega absoluta y generosa para que el Reino siga creciendo en la historia de la humanidad.

 

Reflexionemos: ¿Por qué nos da miedo tomar la cruz cotidiana, si a través de ella podemos obtener el Reino de Dios? ¿Cuáles han sido las renuncias que hemos hecho por el Reino de Dios?

 

Oremos: Invade, Señor, nuestros corazones, para que podamos reconocer la gracia de tu amor en nuestras vidas y podamos despojarnos de todo aquello que no nos permite obrar conforme a tu Palabra. Amén.

 

Actuemos: Hoy me esforzaré en tener buenas obras, buenas acciones, buenas actitudes, sin importar la dimensión de mis problemas.

 

Recordemos: La vida del discipulado, tiene tes momentos para tener en cuenta: negarse a sí mismo, tomar la cruz, seguir a Jesús

 

Profundicemos: Negarse a sí mismo y tomar la Cruz nos lleva al reconocimiento del propio pecado cometido por la palabra, obra y omisión. Estas dos condiciones son el pasaporte para ser un buen cristiano.

Libro Recomendado: “Viacrucis. Caminemos con Jesús al encuentro con el hermano”. 

 

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